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El malagueño Daniel Sánchez logra su tercer mundial de billar a tres bandas

El billar español ha interpretado su mejor representación en el teatro de los sueños de Sluiskil. La medalla de oro lograda por el jugador afincado en Fuengirola Daniel Sánchez y la de bronce de Javier Palazón, posibilitan  que nuestro deporte tenga un antes y un después. El mundial de billar a tres bandas de Holanda ha devuelto a Daniel al lugar que le corresponde y ha premiado la labor del RFEB con los jóvenes jugadores españoles representados esta vez  por Javier Palazón. El título alcanzado por Daniel Sánchez es el tercero de su carrera. A sus 36 años, este andaluz de adopción, nació en Santa Coloma de Gramanet pero lleva diez años viviendo en Fuengirola y su licencia la tiene por la Federación Andaluza, ha repetido la gesta conseguida en 1999 y el 2005.

Sánchez llegaba al torneo como jugador 12, ránking inapropiado para su categoría, para su currículum, para su clase, para su talento. Un puesto que le apartaba de cualquier favoritismo.

Inició su andadura en un grupo compuesto por la mayoría de representación oriental. Sólo cedió un set jugando por encima del 1,7. La categoría de sus primeros rivales y lo que sucedía por la otra parte del cuadro tampoco modificó en exceso las expectativas iniciales. El español iba a lo suyo, consciente de que regresar a puestos nobles del escalafón mundial pasaba por llegar al podio, en el escalón más alto, mucho mejor.

La experiencia indica que casi todos los campeones de un Mundial pasan por algún sobresalto de consideración. Este llegó en el duelo de octavos ante Dion Nelin.

Hubo un momento, una acción, una entrada en la que lo vimos todo perdido. El danés tiró para ganar en el cuarto set. La bola pasó a un milímetro. Dani aguantó el momento dramático y fue capaz de dar la vuelta al set y más tarde al partido. Ya había pasado el momento crítico que aparece mundial sí, mundial también.En cuartos esperaba el temible Jaspers, claro favorito porque jugaba en casa, ante su público y, sobre todo, porque sus números asustaban. Llegaba al partido tras dos partidazos increíbles (3’6 y 4’7). Pero a los verdaderos campeones no les asustan los números. Quizá por ello vimos al mejor Daniel del torneo. Ante la mirada atónita de los holandeses que no daban crédito a lo que estaban viendo, destrozó a Dick Jaspers entre otras razones por su fortaleza mental. Además, si el campeón español añade a su juego la exquisitez del toque sutil, su demoledor ataque y la inusual habilidad para sacar petróleo en posiciones complicadas, el partido se convierte en sinfonía. La del español sonó como los ángeles y los holandeses se rindieron a la evidencia.Ya nadie se acordaba del número de ránking cuando presentaron a los jugadores en el duelo de semifinales. Entre los cuatro supervivientes, ya a nadie le cabía la menor de las dudas de que en ese momento había un claro favorito. Con Jaspers, Blomdahl, Zanetti y compañía sentados en la grada. El hasta entonces bicampeón mundial acaparaba las miradas.

Su rival fue el coreano Choi, quien sí había llegado hasta allí no era por casualidad. Quizás por ello, se adelantó en el marcador ganando el primer set. Fue un espejismo. Dani cogió su fusil y en los tres sets siguientes hizo encaje de bolillos para poner el pie en la gran final.

Por muy poco no hubo una sola bandera en el duelo que valía un entorchado universal. Javier Palazón había cedido ante el belga Leppens. Le faltó una carambola para igualar a dos sets y ya sabemos como se las gasta el jugador de Paiporta en los sets definitivos.

Eddy Leppens no se había visto jamás en una situación así. Es de los mejores jugadores del mundo pero llegar a una final debió impresionarle. Sobre todo cuando se tiene tres cuartas partes del botín en las alforjas.

El belga ganó con holgura los dos primeros sets mientras Daniel luchaba con las cabañas y alguna que otra rodada. Tras el descanso reglamentario solo hubo un color, el rojigualda y un solo taco, el de Daniel. Un error en la penúltima acción pudo costarle caro, pero Leppens no estuvo por la labor. Así que, tras lanzar una rodada, acción que le había causado tantos dolores de cabeza en el inicio, alzó con rabia su taco, miró a derecha e izquierda, también al cielo. En la grada se reconocía a los pocos españoles presentes por lo vidrioso de sus ojos. La emoción embargó a todo el mundo, incluído a los miles y miles de aficionados que siguieron el encuentro por internet.

Daniel vuelve al lugar que le corresponde y el billar español da un paso más en la difícil travesía por conseguir definitivamente el reconocimiento general que tantas veces se le ha negado. La medalla de Bronce es el premio al trabajo de la RFEB con la nueva hornada de jóvenes talentos, en esta ocasión, representados por Javier Palazón, un tricampeón mundial júnior que, con apenas 22 abriles, ya ha subido al podio de los mayores.